Las ciudades españolas se llenan de pequeños y mayores entusiasmados por ver las cabalgatas que numerosas instituciones y entidades con la colaboración de los ayuntamientos llenan las calles de ilusión. Sus Majestades Melchor, Gaspar y Baltasar, acompañados por un séquito de pajes y ayudantes, recorren su itinerario lanzando caramelos y regalos a una muchedumbre que los aclama.

Hace algunas semanas, lleno de estupor, tuve noticia de que en Huelva alguien había presentado una denuncia contra uno de los Reyes Magos, concretamente contra Baltasar. La razón esgrimida por el denunciante —la denuncianta para no despertar las iras de quiénes llevan la igualdad de género a la aberración lingüística— era que Su Majestad le había propinado un caramelazo en el transcurso de la cabalgata. Al estupor de la denuncia se añadía cierta indignación porque en el juzgado correspondiente hubieran admitido, aunque fuera a trámite, la denuncia de marras. Sin embargo, ese estupor inicial, teñido de indignación como digo, se transformó en una profunda satisfacción al comprobar que el juez, una vez examinadas las pruebas, dictó una sentencia que venía a poner en el sitio que corresponde a la denunciante y al leguleyo que tramitó la denuncia. Argumentaba su señoría, con no poca retranca, problemas de jurisdicción al desconocer la nacionalidad del denunciado, al ser Oriente un término poco preciso que además podría crear problemas de jurisdicción; añadía que, al venir de un país lejano, resultaba complicada su localización e incluso aludía al hecho de que podría tratarse una posible suplantación de personalidad lo que complicaba procesar a su majestad el Rey Baltasar. Lo mejor de la sentencia estaba en que instaba a la parte denunciante —incluido al leguleyo— a que porfiase en sus pesquisas para aportar datos más precisos que permitieran llevar a cabo la instrucción del procedimiento.

En definitiva, su señoría ha puesto en el sitio que corresponde, que no es otro que el que ustedes se imaginan, a la autora de la denuncia y a su abogado. Sin embargo, el hecho de llevar a los tribunales un caramelazo en la cabalgata de los Reyes Magos viene a revelar hasta donde están dispuestas a llegar algunas gentes con tal de obtener algún beneficio, aunque sea de la mayor de las estulticias. Porque sólo así puede catalogarse la idea de denunciar al Rey Baltasar.

(Publicada en ABC Córdoba el 4 de Enero de 2012 en esta dirección)

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