El fenómeno se produce también con épocas pretéritas de nuestra vida. Hoy, por ejemplo, añoramos el llamado espíritu de concordia y la capacidad de acuerdo que presidió los años que marcaron el paso de la dictadura franquista a una democracia parlamentaria. En buena medida es un efecto del tiempo. Basta con asomarse a la prensa de la época para comprobar la transformación que se ha producido en el imaginario colectivo. Lo que en sus páginas se reflejaba entonces eran tensiones fortísimas, dificultades para cualquier decisión, insultos de grueso trazado en los que el espíritu de concordia brillaba por su ausencia. Ha sido el paso del tiempo el que ha creado la imagen que hoy tenemos de aquellos años. Otro tanto ocurre con algún político de la época. Hoy la imagen del presidente Suárez es, por lo general, la de quien fue capaz de llevar el timón de la difícil transición política de aquel tiempo. Casi la de un estadista. Invito de nuevo a leer la prensa para acercarnos a su imagen de entonces, cuando tuvo que dimitir de la presidencia del gobierno, acosado desde todos los frentes.
Por el contrario, hay situaciones y personajes con los que el tiempo no es benevolente. No ejerce de bálsamo, sino más bien al contrario. Pienso, a riesgo de equivocarme, que eso ocurrirá con la imagen del acabado presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, cuya evanescente incapacidad se ha revelado no ya en sus múltiples ocurrencias y concretos desatinos con los que ha jalonado sus ocho años de presidencia, sino por el mal de fondo —mal de carácter estructural— que su penosa actuación como gobernante ha generado en la sociedad española. Las consecuencias de su incapacidad van mucho más allá de su torpe actuación ante la crisis que nos azota y que no sólo no previó —tal mérito no podía pedírsele a personaje tan inane—, sino que negó reiteradamente, desperdiciando un tiempo precioso con brindis al sol y sonoras expresiones que señalaban la fuerza de nuestra economía y su capacidad para resistir los embates de cualquier borrasca. Estoy convencido de que su imagen quedará en el recuerdo como la de un incompetente, incapaz de afrontar la situación desde tan alta magistratura. No creo que su endeble imagen, que ha llevado a los propios socialistas a ocultarlo literalmente en la pasada campaña electoral, mejore con los años. El daño ha sido mucho y las consecuencias se prolongarán en el tiempo.
(Publicada en ABC Córdoba el 26 de Noviembre de 2011 en esta dirección)