¿Quiénes eran Judith y Susana? ¿Y Holofernes? Hace tiempo que perdimos las claves del conocimiento de nuestras raíces.
CON el comienzo del curso escolar las aguas, como casi siempre, andan revueltas en el mundo docente. Tenemos nueva ley educativa, la Lomce (Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa) que se suma a la media docena, todas ellas elaboradas por gobiernos socialistas, puestas en marcha desde la Transición y con ninguna hemos acertado. Nuestros escolares están a la cola de Europa según señalan todos los parámetros. Quienes siguen esta columna saben cómo opino: hemos convertido la vieja Enseñanza Media —media en el sentido de medular, de columna vertebral—, en la moderna Enseñanza Secundaria y ya sabemos que es lo secundario, aquello que no es principal y a lo que se da menos importancia. Con la nueva ley educativa, una vez más sin consenso, como en los casos anteriores, se dispone que unas asignaturas tengan más peso en el calendario escolar y otras han visto recortado su tiempo. Esto último siempre genera malestar en quienes ven cómo disminuyen sus posibilidades docentes. La música, otrora potenciada, pierde peso como lo perdió el latín y el griego —hoy prácticamente desaparecidos de la enseñanza secundaria—; por el contrario, gana fuerza el aprendizaje del inglés y la educación física, en consonancia con la colonización cultural y lingüística anglosajona en la que vivimos —se acerca el party de Halloween y después vendrá Santa Claus y el happy Christmas— y también con el desmedido culto al cuerpo para alcanzar lo que buscaban, por otros procedimientos, los denostados conquistadores españoles del siglo XVI, afanados en encontrar la Fuente de la Eterna Juventud.
Una asignatura de la vieja Enseñanza Media era Historia Sagrada. Fue eliminada de los programas escolares hace ya décadas por la imposición de los planteamientos seculares educativos. Su desaparición ha supuesto un vacio en la formación de las nuevas generaciones que es algo más que lamentable teniendo en cuenta que, guste o no, la importancia del humanismo cristiano en nuestra cultura y civilización es fundamental. El peso del Antiguo y Nuevo Testamento en el arte europeo fue dominante desde los balbuceos de la Edad Media hasta por lo menos bien entrado el XVIII.
El desconocimiento de la Historia Sagrada plantea serios problemas para entender elementos fundamentales de nuestra cultura. ¿Cómo es posible, por ejemplo, entender cuadros como los que representan a «Judith decapitando a Holofernes», de Getileschi; a «Moisés rompiendo las Tablas de la Ley», de Rembrandt; a «José y la mujer de Putifar», de Tintoretto o a «Susana y los viejos» del Veronés? ¿Cómo entender el significado de «La escalera de Jacob», representada en la fachada oeste de la abadía de Bath o la representación que de ese mismo tema que hizo José de Ribera, en un cuadro excepcional conservado en el Prado y titulado «El sueño de Jacob»?
¿Quiénes eran la tal Judith y la tal Susana? ¿Y Holofernes? ¿Era un futbolista? ¿Tablas de la ley? ¿Rotas? ¿José se «entendía» con la mujer de Putifar? ¿Quién era Putifar? ¿Y eso de la escalera qué es? ¿Qué hacían los viejos con Susana? La respuesta está en la Historia Sagrada, pero esas claves las perdimos hace tiempo, como perdimos el conocimiento, aunque fuera rudimentario, del latín y el griego donde están nuestras raíces.
Pero ¿importa eso? Tenemos inglés y culto al cuerpo.
(Publicada en ABC Córdoba el 29 de octubre de 2014 en esta dirección)