Estas actuaciones de los representantes públicos de la Junta revelan actitudes de sectarismo y desvergüenza política.
EL delegado de Empleo en Córdoba de la Junta de Andalucía trata de desautorizar las protestas de una serie de alcaldes de localidades cordobesas. Los alcaldes se quejan de que el susodicho delegado, José Ignacio Expósito, en lugar de acudir al Ayuntamiento, que es lo que corresponde, se planta en las sedes del PSOE para presentar determinados programas de empleo. Ni que decir tiene que las quejas provienen de alcaldes de signo político diferente al socialista porque, en caso de que la localidad esté gobernada por el PSOE, el delegado hace las presentaciones de los programas en cuestión en la sede del Ayuntamiento.
La actuación del delegado de Empleo en Córdoba es tan habitual entre los cargos públicos de la Junta de Andalucía que se ha convertido en una especie de tradición, dado el número de años que el PSOE gobierna Andalucía. La cultivan no sólo los delegados del ramo de Empleo. La costumbre se extiende a todas las parcelas del gobierno y la practican los delegados, los directores generales y hasta los mismos consejeros. Unas veces acudiendo a las sedes de su partido como si formaran parte de las instituciones públicas, marginando a los alcaldes que no son de su color político. Otras visitando, en su condición de cargos públicos, instituciones locales o toda clase de instalaciones que no dependen del Ayuntamiento. A lo sumo dan aviso de la visita cuando el cargo público ya se encuentra en la localidad, en un burdo intento no de salvar las apariencias, sino de culpar al alcalde de no hacer los honores de la recepción. También fue partícipe de esa práctica —hablo con profundo y directo conocimiento de causa— algún presidente de la Diputación de Córdoba que en más de una y de dos ocasiones salió trasquilado por culpa de su proceder.
A la postre estas actuaciones de los representantes públicos de la Junta de Andalucía revelan actitudes que tiene todos los ingredientes del sectarismo y de la desvergüenza política. Lo primero no necesita mayor comentario. Lo segundo, lo de la desvergüenza política, viene avalado porque desde hace muchos años entre los ediles socialistas suele repetirse una especie de mantra, con el propósito de convertirlo en «verdad comúnmente admitida», que el trato dado por la Junta a las corporaciones gobernadas por partidos diferentes al suyo es de una exquisitez extraordinaria… para evitar las quejas. También entra en el campo de la desvergüenza política el que el delegado de Empleo, para defenderse de las quejas de los alcaldes, afirme que él acude adonde lo invitan. El delegado de Empleo de Córdoba no es más que el eslabón de una larga cadena en la práctica habitual de ningunear a quienes son sus adversarios políticos. Lo lamentable del caso es que además de hacer gala de ese sectarismo y la correspondiente desvergüenza política, trate de tomar el pelo de una forma tan burda a los alcaldes que no son de su partido.
En manos de estos está ponerlo en evidencia, invitándolo a sus ayuntamientos y haciendo públicas esas invitaciones. Seguirá asistiendo a las sedes del PSOE porque la práctica es tan habitual que es casi una tradición. Cierto que algunos cargos públicos se salvan de tan detestable actitud. Son los menos.
(Publicada en ABC Córdoba el 20 de agosto de 2014 en esta dirección)