Que muchos llanitos y que sus vecinos se dedican al contrabando lo sabe todo el que se haya dado una vuelta por la zona.
CERCA de un año han tardado los agentes de la Oficina Europea de Lucha Contra el Fraude en darse cuenta, aunque con reparos, de que Gibraltar es un nido de contrabandistas. Por eso señalan que «hay motivos para creer» que el Peñón es como la cueva de Ali Babá, solo que quienes roban, en lugar de tener con turbante y chilaba, son súbditos de Su Graciosa Majestad, la reina Isabel II de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Los agentes antifraude han sido tan habilidosos y diligentes como aquel policía del chascarrillo que, al comprobar que había colillas en un cenicero, deducía que alguien había estado allí fumando.
Que muchos llanitos y también quiénes son sus vecinos se dedican al contrabando, desde que el Peñón pasó a manos de los ingleses hace más trescientos años —contraviniendo uno de los puntos que quedan expresados de forma taxativa en el tratado de Utrecht—, lo sabe todo el que se haya dado una vuelta por la zona. No se necesita ser agente de la lucha contra el fraude, ni realizar tres inspecciones, ni tardar un año para concluir que «hay motivos para creer» que el contrabando es una de las principales actividades de la zona.
Era sabido que la población gibraltareña ronda los 30.000 habitantes y que el número de cajetillas que llegan al Peñón es imposible que sus vecinos se lo fumen. También era sabido que el contrabando que entra en España procedente de Gibraltar no ha dejado de crecer. El número de cajetillas que entraron en Gibraltar alcanzó el año pasado los ciento diecisiete millones. Así por encima, cada gibraltareño tendría que haberse fumado más de doscientos cigarrillos al día para consumir todo ese tabaco, que supone del 20 por ciento del PIB gibraltareño y su valor alcanza la tercera parte del presupuesto que maneja Fabián Picardo, quien ha agradecido a la Oficina Europea de Lucha Contra el Fraude su actuación. Posiblemente porque algo que saben hasta los monos de Gibraltar, los agentes antifraude han tardado un año en establecer que «hay motivos para creer» que el contrabando tiene asiento en Gibraltar.
La Oficina Antifraude también sostiene que «hay motivos para creer» que en Gibraltar se blanquean capitales. Si las cajetillas de tabaco entran a Gibraltar por miles de millones, las empresas que tienen su sede social radicada en el Peñón se acercan a las cincuenta mil, duplicando su número de habitantes. No se necesita una investigación para saber que Gibraltar es un paraíso fiscal, como tampoco es necesario para saber que lo son Andorra o Luxemburgo en el corazón de la Unión Europea. No hay que irse a las Islas Caimán, otro paraíso fiscal en territorio británico.
Pese a lo obvio de su «creencia», bienvenidas sean las conclusiones de Bruselas para que se inicien diligencias judiciales en relación con el contrabando y el blanqueo de capitales. En cierto modo son un soporte para los controles que el gobierno español ha establecido en la aduana. Pero lo que vienen a decirnos, con un lenguaje políticamente correcto, sólo es lo que ya sabíamos: Gibraltar es, desde que los ingleses pusieron el pie allí, un nido de contrabandistas y también, desde hace muchos años, un paraíso fiscal.
(Publicada en ABC Córdoba el 13 de julio de 2014 en esta dirección)