Las encuestas han perdido el valor axiomático que llegaron a tener. Depende de la credibilidad que se le otorguen.
Desde las vísperas de 1982 en que una encuesta «clavara» el resultado de 202 diputados para el PSOE del tándem González-Guerra y fijara en una docena los diputados de la UCD, que era el partido del Gobierno, las encuestas en España cobraron el valor de un axioma, de una verdad que no admite discusión. Luego, con el paso de los años, ese valor axiomático se ha ido diluyendo hasta llegar al fiasco de las encuestas en vísperas de los pasados comicios europeos. Sus pronósticos nada tenían que ver con los resultados que arrojaron las urnas. La abultada caída del PP, que las encuestas situaban entre dos y cuatro escaños, sorprendió. Como sorprendió el desplome socialista. La suma de votos de ambos partidos —considerados el armazón de la política española— se quedaba a unas décimas del 50 por ciento. El anuncio de un alza espectacular para IU quedaba muy por debajo de las expectativas y obtenía representación una constelación de formaciones que, según las encuestas, estaban en el límite de los votos necesarios para obtenerla. En vísperas de esas elecciones no se había producido un cataclismo como el provocado por los asesinatos de Atocha en 2004, que convulsionaron a la sociedad española y destrozaron las encuestas. El pasado mayo sencillamente fracasaron las encuestas. ¿La gente no dijo lo que de verdad iba a votar? ¿Los «cocineros» echaron demasiada salsa a la «cocina»?
La semana pasada se hizo pública la encuesta sobre la intención de voto en Andalucía que trimestralmente elabora el Centro de Análisis y Documentación Política y Electoral de Andalucía (Capdea). Los resultados depararon algunas sorpresas. Sorpresa para quienes están convencidos de que el PSOE de Susana Díaz tiene la victoria electoral en el bolsillo y sólo le queda amarrar una mayoría absoluta que le permita prescindir de IU-CA para gobernar —el cogobierno es un auténtico dolor de muelas para los socialistas—. Sorpresa porque la encuesta señala un empate técnico con el PP del desconocido y descolocado Moreno. Como no puede ser de otra forma, los voceros socialistas la han descalificado e incluso ponen en cuestión a la institución que la ha elaborado. Por su parte, los voceros del PP han echado las campanas al vuelo —antes eran ellos quienes descalificaban a la institución, a la que han acusado reiteradamente de estar en la órbita de los socialistas— y señalan que a poco que Moreno sea más conocido…
También a IU-CA le ha tocado sorpresa. Todo su crecimiento electoral, que según anteriores sondeos era más que notable, desde las pasadas elecciones autonómicas y que apuntaba a un importante aumento de escaños, repentinamente se ha volatilizado. La encuesta señala que se queda donde estaba. La culpa, siempre según la encuesta, la tiene Podemos que está segándole la hierba bajo los pies. Los dirigentes comunistas andaluces apenas han hecho comentarios. Saben que Podemos supone para ellos un serio problema, como lo sabe Cayo Lara. Por eso trata de engullirlos con pactos y cantos de sirena. El problema es que, para Podemos, IU forma parte de la casta.
Este es el panorama de intención de voto en Andalucía que dibuja la última encuesta hecha pública. La cuestión está en la credibilidad que podemos otorgarle. Lo de las encuestas últimamente es un fiasco… monumental.
(Publicada en ABC Córdoba el 6 de agosto de 2014 en esta dirección)