En sus casi cuarenta años de pertenencia a la Unión Europea Gran Bretaña ha desempeñado un papel que no responde a sus pretensiones.
A finales del siglo XIX y principios del XX —con el telégrafo ya en pleno funcionamiento y en los inicios de las comunicaciones telefónicas— los británicos solían decir, cuando el mal tiempo en el canal de la Mancha cortaba las comunicaciones con Europa: «el continente está aislado». Ellos eran el ombligo del mundo al ostentar por aquellas fechas el rango de primera potencia mundial que les sería arrebatado por los Estados Unidos de Norteamérica al término de la Primera Guerra Mundial. Su sentido de la superioridad, les llevaba a considerar que su aislamiento —era su isla la que quedaba incomunicada de Europa— como un problema para los demás. Estaba claro que los británicos se consideraban que el mundo en su conjunto giraba en torno a ellos.
El deslizamiento por la pendiente que es consustancial a todos los grandes imperios que en el mundo han sido, se ha consumado en el caso del imperio británico a lo largo del siglo XX. Se resistieron cuanto pudieron para seguir jugando un papel umbilical. Prueba de ello es que en 1960 crearon la ETFA —Gran Bretaña, Suecia, Noruega, Dinamarca, Austria, Portugal y Suiza y ampliada en los años siguientes con Finlandia, Islandia y Liechtenstein— como Asociación de Libre Comercio, pero sobre todo como alternativa al recién nacido eje franco-alemán en el continente en forma de Comunidad Económica Europea. Gran Bretaña pretendía con la EFTA, que resultó ser un fiasco, mantener una primacía que se le había escapado y el paso de la historia se mostró inexorable. Hoy nadie se acuerda de la EFTA —los británicos son maestros en borrar la memoria de los episodios que no les son favorables— y sólo quedan en ella, nominalmente, Suiza y Liechtenstein. Los primeros en abandonarla fueron ellos y solicitaron su ingreso Comunidad Económica Europea. Para muchos esa solicitud fue una humillación y se mostraron, dignamente euroescépticos. En sus casi cuarenta años de pertenencia a la Unión Europea Gran Bretaña ha desempeñado un papel que no responde a sus pretensiones. El último fiasco lo ha vivido el premier Cameron con el fracaso de su rechazo a que Jean Claude Juncker fuera elegido presidente de la Comisión Europea. Los euroescépticos ganan fuerza en Gran Bretaña hasta el punto de que se ha planteado un referéndum para decidir si permanecen o abandonar la Unión. Es sintomático que lo esgriman como una amenaza.
Tengo la impresión de que en este tiempo nuestro es Gran Bretaña la que se aísla. La era victoriana es ya una página de la historia. También tengo la impresión de que se aferran a algunos de los emblemas del imperio fenecido: mantienen la libra esterlina como moneda y se enorgullecen de Gibraltar, ultimo resto del colonialismo en Europa desde hace ya muchos años. Por eso, también tengo la impresión, llaman periódicamente al embajador de España en Londres para ejercer de potencia colonial y recriminar a nuestra diplomacia supuestas actuaciones inadecuadas, siendo ellos quienes, como tantas veces a lo largo de la historia, incumplen los acuerdos o los interpretan a su favor.
Como digo, sólo se trata de impresiones. Pero a mi parecer esas impresiones tienen algo de fundamento.
(Publicada en ABC Córdoba el 23 de julio de 2014 en esta dirección)