Los sindicatos, como no pueden negar la mayor —la creación de empleo— hablan de temporalidad y de condiciones misérrimas.
Hace algún tiempo que los sindicatos han cambiado el discurso cuando a primeros de cada mes se hace pública la cifra de parados en nuestro país. La disminución del paro es tan evidente que, pese a su elevado volumen que lo convierte en el principal de nuestros problemas sociales y económicos, resultaría impresentable negar ese descenso. En España llevamos ya algunos meses creando empleo. En un primer momento los sindicatos optaron por señalar que eses descenso de las cifras de paro era el resultado del cansancio o el descorazonamiento de muchos parados quienes, al haber perdido las prestaciones sociales, dejaban de renovar su tarjeta de desempleados en al oficinas del INEM. Se agarraban a la EPA, la Encuesta de Población Activa, para señalar que no había reducción de paro. No se molestaban en pensar que en este país las encuestas son poco menos que una engañifa, como han puesto de manifiesto las que se publicaron una semana antes de las elecciones europeas.
Ese discurso también se vino abajo cuando a las cifras de reducción de paro se sumaron las de las altas en la Seguridad Social. En esos datos no hay cansancio ni descorazonamiento que valga, tampoco son el resultado de una encuesta. Son cotizantes dados del alta en el sistema. El pasado mes de mayo fueron casi 200.000 más. Como había que seguir negando los resultados y, como no era posible hacerlo con la mayor, se centran ahora en que la calidad del empleo que se genera es pésima porque los contratos se firman en el marco de la reforma laboral. Hablan de temporalidad y de condiciones misérrimas.
No me cabe la menor duda de que habrá muchos casos que resulten sangrantes. Hay, en Córdoba sin ir más lejos, individuos a los que me resisto a llamar empresarios aunque ellos presuman de serlo que, bajo la fórmula de «prácticas en la empresa», están exigiendo a muchos jóvenes rendimientos laborales no ya propios de un trabajador asalariado que ha de responder de su jornada de trabajo, sino que los someten a una explotación laboral propia de las formas más detestables de capitalismo. Las denuncias sindicales sobre las condiciones laborales no deberían ser utilizadas para capitidisminuir unos resultados que empiezan a ser alentadores, sino para poner el dedo en la llaga, donde hay que ponerlo. Los resultados que vienen produciéndose son un soplo de aliento. También en Córdoba donde en un año el paro ha disminuido en 5.000 personas y en el último mes en 1.717. Puede que en la capital haya mucho de coyuntura, pero el fenómeno se registra también en los pueblos de la provincia que tienen mayos menos festivos que el de la capital.
Para la ministra de Empleo y Seguridad Social ha sido mala cosa que el rey Juan Carlos anunciara su abdicación en vísperas de hacerse públicas las cifras de paro y de afiliación a la seguridad Social del pasado mayo. El anuncio del final del reinado que llevó a España desde el oscuro túnel de la dictadura hasta una democracia homologable con las de nuestro entorno europeo, tapó lo que, sin duda, son unas excelentes cifras que siguen marcando la tendencia a la baja en los elevados porcentajes de desempleo en España.
(Publicada en ABC Córdoba el 7 de junio de 2014 en esta dirección)