Vistas las primeras reacciones, nos encontramos con que todo empieza a deslizarse por un terrero resbaladizo.
LAS cosas de palacio van despacio. Al menos eso es lo que sostiene un viejo refrán español. Pero hay sitios donde se va más despacio que en otros y, a fuer de sinceros, Córdoba es de los sitios donde la lentitud resulta a veces desesperante. Son muchas las energías que se malgastan en dimes y diretes, en determinar si se trata de galgos o de podencos. Ocurrió hace años, por ejemplo con el puente de Miraflores, pese a que una ciudad con más de trescientos mil habitantes sólo tenía uno, además del que construyeron los romanos. Se necesitaron años de debate para fijar su emplazamiento y el modelo de puente. Otro tanto ocurrió con la costura que Córdoba tenía en su corazón urbano y que hoy es el Vial Norte. ¿Recuerdan las pintadas dirigidas al entonces ministro Abel Caballero, diciéndole que no fuera Caín? Al final la nueva estación del AVE se hizo a toda prisa… Tanta que al descubrirse el yacimiento arqueológico de Cercadilla hubo que improvisar una chapuza porque el tiempo apremiaba, después de tanto debate. ¿Qué decir del Centro de Convenciones, de la Ciudad de la Justicia del llamado C4 y de la colección de arte de Pilar Citoler? En este cansino caminar hay cosas que, atrancas y barrancas, se sacaron adelante. Pero también otras que, sometidas a debates estériles, se nos quedaron en el camino.
Al presente todo apunta a que estamos ante un episodio –otro más de la larga serie de los que jalonan la historia de la ciudad– que presenta la misma sintomatología a que estamos acostumbrados. Me estoy refiriendo a la llamada Biblioteca del Estado. Un proyecto que parecía definitivamente arrumbado, ya que desde su planteamiento inicial han transcurrido siete años de un silencio tan clamoroso que su «resurrección» ha cogido a todos por sorpresa.
La llegada de mayo –el mes de Córdoba por excelencia– no trajo solamente los patios, las cruces y a la legión de borrachos que se empeñan, como si de una ancestral costumbre se tratase, en guarrear la ciudad; también trajo, inesperadamente, la publicación en el Boletín Oficial del Estado de la licitación de las obras de la mencionada Biblioteca que debe alzarse en los Jardines de Agricultura, vulgo los Patos. Un proyecto que supone –siempre que no se produzcan los habituales incrementos de coste– una inversión de más de diez millones de euros. Su construcción comenzaría antes de final este año y estaría concluida en 2017 para abrirse al público al año siguiente. Todo encarrilado y sobre ruedas. Pero vistas las primeras reacciones, incluida la del alcalde, nos encontramos con que todo empieza a deslizarse por un terreno resbaladizo.
Por el bien de la cultura en Córdoba, una ciudad a la que se le han escapado en las últimas décadas demasiadas oportunidades tanto en lo que se refiere a equipamientos, como es el caso del centro de convenciones, como eventos de primer nivel, tal fue el caso de la capitalidad cultural europea para 2016, la misma que en manos de bildu hace ahora aguas por todas partes. Córdoba no puede permitirse ni dudas sobre emplazamientos, ni debatir sobre entelequias. Esperemos que los escarceos que se atisban sólo sean fruto de la sorpresa y queden en cantos de sirena.
(Publicada en ABC Córdoba el 10 de mayo de 2014 en esta dirección)