Algunos lo asocian al alimento de un orden inferior de primates y los tiran a campos de fútbol en un acto despreciable de racismo.
UNO de los referentes de las Islas Canarias ha sido, tradicionalmente, el plátano. Era el cultivo por excelencia de las islas, junto con el tabaco. Hoy la economía de las islas sigue teniendo el plátano como referencia, pero su principal fuente de ingresos es el turismo. El plátano, hace ya algunas décadas, era algo que no estaba al alcance de todos los bolsillos. Su precio era mucho más elevado que el de otras frutas y, sin llegar a ser algo que se comía con motivo de una ocasión especial, no era el postre más frecuente. Con el correr de los años el plátano se ha convertido en una fruta más asequible y hoy no supone un dispendio. La disminución de los costes de transporte y de producción, así como la competencia de plátanos procedentes de latitudes tan alejadas que hasta hace algunas décadas hacían poco menos que imposible su comercialización en nuestro país, permite que los plátanos estén al alcance de casi todos.
El plátano, más allá de su agradable sabor, tiene notables propiedades nutritivas —la leyenda negra que lo ha acompañado sobre su elevado nivel calórico no responde a la realidad, al carecer de grasa y tener ochenta calorías por cien gramos—, tiene una importante cantidad de vitamina A, su proporción de ácido fólico lo hace muy indicado para la los huesos y su alto nivel de potasio lo convierte en uno de los alimentos más recomendables para la regeneración muscular. Su poder energético instantáneo debido a su concentración de azúcares hace que los deportistas lo incluyan en su dieta —la imagen de Rafael Nadal comiendo plátano en los descansos entre juegos, en sus partidos de tenis es todo un clásico—. Hubo un tiempo en que estuvo muy de moda como postre con el nombre de «banana split» —un plátano cortado longitudinalmente acompañado de bolas de helado de diferentes sabores— estaba en la carta de los restaurantes más prestigiosos. Se ha utilizado en repostería para la confección de tartas, dulces, mermeladas… Incluso se le ha dado un uso terapéutico. El plátano tiene, pues, numerosos usos, casi todos ellos derivados de su buen sabor y sus valores nutricionales.
También existen algunos mamíferos, pertenecientes al orden de los primates superiores que, asociándolo al alimento principal de un orden inferior de primates, suelen arrojarlo en los campos de fútbol. Se trata de un acabado ejercicio del más detestable racismo con el que se pretende ofender a algunos jugadores. El último episodio lo hemos vivido en el campo del Villarreal donde un energúmeno arrojó un plátano al jugador del Barcelona Dani Alves, cuando se disponía a ejecutar el lanzamiento de un saque de esquina. El futbolista en una reacción extraordinaria cogió el plátano y se lo comió, dándole al plátano uno de sus usos adecuados.
En un tiempo de dificultades, cuando mucha gente lo está pasando mal, no se debe tirar un plátano. Si quien lo tira lo hace, además, con una intencionalidad rastrera como es el caso de este energúmeno, habría que sancionarle no ya con prohibirle la entrada a sitios donde, escondiéndose en el anonimato, actúa de forma tan detestable, sino también multándole por lanzar objetos, desperdiciar comida, actitud agresiva y… por racista.
(Publicada en ABC Córdoba el 30 de abril de 2014 en esta dirección)