La «Andalucía, imparable» nos ha llevado a ser los primeros en fracaso escolar, los de menos renta per cápita y con mayor tasa de paro.
DESDE que hace más de tres décadas los mensajes lazados por la Junta de Andalucía han ido siempre en la misma dirección. Arrancábamos de una posición socioeconómica lamentable, donde el paro, la emigración y la pobreza eran las notas dominantes pero las políticas que aplicaba la Junta invertirían esa tendencia. Durante los años de la presidencia de Rodríguez de la Borbolla se afirmaba que Andalucía caminaba por la senda de un desarrollo tan intenso que se convertiría en muy pocos años en la «California de Europa». Bajo los gobiernos de Manuel Chaves, con Gaspar Zarrías empuñando la batuta de la propaganda, los mensajes se centraron ya en la nueva realidad de Andalucía. Esos años fueron los de «Andalucía, la primera» —sin que se aclarara en que éramos los primeros— o los de «Andalucía, imparable» —sin que tampoco se explicara con claridad a los andaluces adonde nos conducía ese imparable caminar—. Eran frases contundentes, con gran impacto entre la población. Decirle a la gente que «estábamos alcanzando la convergencia» con las regiones más desarrolladas de España era mucho menos impactante que afirmar que éramos los primeros y que nuestro progreso resultaba imparable. La convergencia era, simplemente, la consecuencia lógica de esa realidad que señalaba la propaganda oficial. En todos los foros y, desde luego, en las intervenciones parlamentarias, la convergencia a la era como una especie de mantra repetido por los socialistas. Los indicadores, sin embargo, eran tozudos. Nuestros niveles de fracaso escolar, las cifras de paro y el nivel del PIB o la renta per cápita indicaban que los andaluces no abandonaban los últimos puestos. Sin embargo, eran años de crecimiento y las cifras positivas, por lo que el fiasco de una convergencia que sólo existía como argumento propagandístico quedaba enmascarado sin problemas.
Hoy, golpeados por la crisis, los datos son igual de reveladores. Andalucía —las cifras corresponden al 2013— es la primera… pero en paro. Alcanza, según cifras oficiales, al 36,32 por ciento de la población activa andaluza. Casi once puntos más que la media nacional y tres más que la segunda de las comunidades autónomas en el ranking de parados que es Canarias. Los informes Pisa señalan que nuestros alumnos se encuentran en los últimos lugares, si los comparamos con los de otras partes de España, en cuanto a comprensión escrita, uso del lenguaje, destreza matemática o capacidades prácticas. Nuestra renta per cápita es de 16.666 euros frente a los 22.766 de la media española y se encuentra mucho más alejada de la que disponen los madrileños, los navarros, los catalanes, los vascos, los riojanos o los aragoneses; todos ellos con una renta per cápita superior en un tercio, como mínimo, a la que tienen los andaluces. Ese dato se complementa con el que sitúa a seis de las ocho provincias andaluzas —Málaga, Cádiz. Huelva, Granada, Córdoba y Jaén— entre las ocho últimas de España, también según los datos de 2013.
Ante lo apabullante de las cifras una pregunta es obligada. ¿Dónde está la tan cacareada convergencia? ¿En qué es Andalucía la primera? ¿Dónde estamos después del imparable camino recorrido?
(Publicada en ABC Córdoba el 9 de abril de 2014 en esta dirección)