Los casos de la UGT de Andalucía son una prueba. Ha habido «sobrecostes» hasta en facturas de globos.

La palabra «sobrecoste» no está admitida por la Real Academia de la Lengua, pero su uso se ha extendido para explicar el aumento de precio sobre el inicialmente establecido para ejecutar un trabajo contratado. Siempre ha existido, pero en nuestro tiempo se ha convertido en algo tan usual que es una de sus características. Hay quien opina que el llamado «sobrecoste» es el equivalente a lo que desde hace tiempo en el argot popular se conoce como «poyaque», por lo general referido a obras albañilería. No comparto esa opinión. Con esa expresión se alude a la ampliación de los trabajos a realizar para aprovechar la presencia de los albañiles. El «poyaque» es la contracción vulgar de «pues ya que… (poyaque) estamos podríamos hacer tal cosa y tal otra».

El «sobrecoste» es un aumento de precio sin que se modifique, necesariamente, la obra a realizar. Se ha practicado en promociones inmobiliarias, con tanta frecuencia, que se hizo común en la propaganda la expresión «precio cerrado» para indicar que no habría «sobrecoste». Lo encontramos, más allá de desvíos ocasionales, con tanta frecuencia en las obras públicas —equipamientos deportivos, instalaciones culturales, puentes, vías de comunicación— que hace pensar, en el mejor caso, en una lamentable falta de rigor al elaborarse el proyecto; en el peor, en una redacción torticera. El caso del llamado Palma Arena es paradigmático por el volumen del «sobrecoste». ABC publicaba días atrás como en Córdoba numerosas obras públicas se habían disparado muy por encima de su coste inicial en sus precios definitivos. En muchos casos se había duplicado y en alguno triplicado. Esas cifras no son explicables a partir de una desviación y su frecuencia produce escándalo. En los últimos años, los desvíos de las obras públicas en Córdoba han alcanzado la friolera de ciento veinticinco millones de euros. Esa cifra equivale, aproximadamente, a los presupuestos municipales del conjunto de ayuntamientos de las poblaciones mayores de veinte mil habitantes de nuestra provincia, excluida la capital.

No pocos quebraderos de cabeza está dando el «sobrecoste» que plantea el consorcio de empresas —la principal una constructora española de renombre— adjudicatario de las obras de ampliación del Canal de Panamá. Por el momento la facilidad con que se admite dicha práctica en España no parece encontrar mucho eco al otro lado del Atlántico.

Es tan de nuestro tiempo que incluso ha llegado al mundo del fútbol donde las millonadas que se pagan por los fichajes de los llamados «cracs» tienen añadidos que elevan muy por encima la cifra que se paga por el traspaso del futbolista. Estos días hay un caso que está dando mucho que hablar, incluso en algún medio deportivo se afirma textualmente: «El sobreprecio de Neymar encarecerá la mejora de Messi». Otro «sobrecoste». También los encontramos en las facturas falsas con que se han querido justificar subvenciones a las que se ha dado un destino diferente al que tenían. Los casos de UGT en Andalucía, que ahora parecen extenderse a todo el territorio nacional, son una prueba evidente. Ha habido «sobrecoste» hasta en facturas de globos

El «sobrecoste» es una referencia de nuestro tiempo. Los hay por todas partes, incluida la Alemania de Merkel, pero nuestro país parece llevarse la palma.

(Publicada en ABC Córdoba el 25 de enero de 2014 en esta dirección)

Deje un comentario