Los españoles difieren del control de acceso a Gibraltar, mientras los «llanitos» se muestran firmes con la postura de su Gobierno.
LA principal diferencia entre la línea política seguida por los gobiernos del Reino Unido y España, a lo largo de los más de trescientos años que nos separan de la ocupación inglesa de Gibraltar, es que mientras los primeros han actuado al unísono, los segundos —nosotros— hemos tocado pitos muy diferentes. Frente a la rotundidad con que los británicos se han manifestado en su política gibraltareña, sin fisuras, homogénea y sin concesiones hayan gobernado los tories o los whigs en el siglo XVIII, los liberales o los conservadores en el XIX y estos últimos o los laboristas —los liberales hace tiempo que no tocaban poder, si bien ahora forman coalición con los conservadores—, la política española ha sido errática. No se ha mantenido una línea de continuidad, por el contrario han sido frecuentes los bandazos —como el episodio protagonizado por Moratinos en Córdoba con la mesa tripartita— que han hecho inviable que con las favorables resoluciones de la ONU se haya logrado la descolonización del Peñón.
No sólo se han dispersado los esfuerzos, sino que el enfrentamiento de los partidos de mayor relevancia en el panorama político español, ha tenido también en Gibraltar un lugar de desencuentro. Los hechos ocurridos recientemente por diputados del PSOE, la alcaldesa de la Línea de la Concepción y la secretaria general de los socialistas gaditanos son una muestra más. Gaspar Zarrías y Juan Moscoso han hecho pública su voluntad de presentar en el Congreso de los Diputados una proposición no de ley para abordar las molestias producidas por causa de los controles en la Verja. ¡Todo un ejemplo de coherencia con la política del gobierno! La decisión de los diputados socialistas ha surgido a raíz de una reunión celebrada en La Línea —la alcaldesa actuó de anfitriona— con el ministro principal de Gibraltar, Fabián Picardo. Actuaciones como las de Zarrías y Moscoso han marcado el signo de nuestra política gibraltareña.
La misma divergencia encontramos en la población de las localidades vecinas, hay quienes rechazan las acciones del Reino Unido y de las autoridades gibraltareñas que actúan en su nombre —no debemos perderlo de vista porque Gibraltar es una colonia británica— porque así conviene a sus intereses económicos particulares. Es el caso de los pescadores que faenan en unos caladeros a cuyas aguas los británicos pretenden, sin fundamento jurídico, ampliar su soberanía. Los pescadores rechazan las acciones de las autoridades gibraltareñas que buscan expulsar de esos caladeros a nuestros pescadores y se alinean con las tesis del gobierno español para hacer frente a esos desmanes. Por el contrario, quienes cruzan la verja para trabajar en Gibraltar se muestran contrarios a la política de control en la aduana española por las molestias que ocasionan. No digamos ya el rechazo que producen esos controles en quienes cruzan a diario la frontera para contrabandear con tabaco y otras mercancías, incluida la gasolina de los depósitos de sus automóviles. Frente a esas divergencias, los gibraltareños, que se consideran muy británicos y como tales no se privan de hacer patente su superioridad en todos los órdenes de la vida, mantienen una postura común respecto de sus relaciones con España. No renuncian a los beneficios que les proporciona esa vecindad, pero a la hora de rechazar las medidas del actual gobierno atuan sin fisuras. Así nos va.
(Publicada en ABC Córdoba el 21 de diciembre de 2013 en esta dirección)