Un reguero de millones opacos se han ido a UGT, CC.OO. y la CEA para los llamados acuerdos de concertación social.

FUE Cayo Julio César Augusto, el primero de los emperadores romanos, quien a la finalización de la guerra que sus legiones sostenían en Hispania contra los cántabros y los astures ordenó cerrar el templo de Jano. Era este un templo erigido en Roma a la divinidad de las dos caras, la que tenía a su cargo los comienzos y finales de las cosas, así como el poder de conocer el pasado y el futuro. A Jano también se le erigió un templo en Córdoba, emplazado en el lugar que hoy ocupa la Mezquita-Catedral. Jano era el dios de las puertas —permiten acceder y salir de los lugares— y las de su templo se mantenían abiertas en tiempos de guerra. Augusto ordenó cerrarlas y proclamaba de este modo la llamada «pax romana». Los tiempos han cambiado mucho desde que Augusto proclamara aquella paz forjada con los muertos de las guerras que el imperialismo romano —pese a que hasta Augusto fue una república senatorial— había librado para hacerse con las tierras ribereñas del Mediterráneo y algunas otras, bastante alejadas del «Mare Nostrum».

En Andalucía, la Bética («Baetica») de los romanos, también hace dos décadas que se instaló la paz, en este caso una paz social construida sobre la base de unos acuerdos de concertación firmados por la Junta de Andalucía y los denominados agentes sociales. Dichos agentes eran la patronal andaluza, representada por la CEA, y los sindicatos UGT y CC. OO.. Tales acuerdos han significado un reguero de millones que ha permitido a la CEA, a UGT y a CCOO crear gigantescas estructuras que se han revelado estériles para alcanzar los objetivos que esos acuerdos establecían.

La CEA ha hecho gala de una opacidad que provoca no pocas suspicacias habida cuenta del destino que en el mundo sindical se le ha dado a algunos de los fondos públicos recibidos. Sus dirigentes ni se han molestado, durante estos veinte años de vigencia de los cuerdos de concertación social, en presentar sus cuentas. Cuando algún socio en el marco de una asamblea las ha pedido se le han negado y se le ha despachado, aunque pueda resultar increíble, con un escueto «no es la costumbre de la institución». Tan inadmisible respuesta sólo puede llevar a la sospecha y a ser motivo de escándalo.

Ciertamente, los millones que la Junta de Andalucía ha utilizado en regar el jardín de los agentes sociales durante dos décadas han supuesto la paz social, pero la larga serie de rimbombantes declaraciones y de contundentes objetivos que quedaban consignados en tales acuerdos ha sido música celestial. En esos veinte años, Andalucía no ha dejado de liderar las cifras de paro en España. Por su actividad económica sigue estando a la cola del país y su renta per cápita es muy inferior a la media española. La «Pax Baetica» lograda por la Junta lo ha sido a base de una riada de millones donde aparecen indicios de que han sido administrados con opacidad, se les ha destinado a crear patrimonio y superestructuras inoperantes y a malversarlos en ocasiones. Si a ello sumamos la subvención de la sociedad como forma de vida muy extendida, tenemos los mecanismos en que se completa el asiento de esta paz. Muchos andaluces se hacen preguntas y preguntas sobre todo esto.

(Publicada en ABC Córdoba el 7 de diciembre de 2013 en esta dirección)

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