Es algo ancestral culpar a otro para eximirse de responsabilidades. Cataluña y Andalucía lo hacen con el Gobierno central
La búsqueda de la culpabilidad en otro que nos exima de responsabilidades es, posiblemente, una tendencia ancestral en el ser humano y en los grupos sociales. Lo de buscar un «chivo expiatorio» o «una cabeza de turco» a quien culpar de los males se ha repetido a lo largo de la historia con una frecuencia inquietante. Nosotros y nuestra sociedad no escapa a esa tendencia secular. Hoy muchos padres buscan la culpabilidad de los profesores para eludir la responsabilidad de sus retoños en un bajo rendimiento académico o un comportamiento inadecuado.
Los gobernantes catalanes y quienes no lo son, pero sostienen al gobierno de la Generalitat, culpan a la pérfida España, inventándose la sandez de que es una potencia colonial que exprime al principado, de los males que los aquejan derivados del despilfarro que tuvo su epifanía en los años del tripartito, aunque el «España nos roba» tiene un mayor recorrido cronológico. Los tenedores de preferentes culpan a las entidades financieras de haberles engañados —con toda razón en muchísimos casos —, lo que aprovechan muchos otros que simplemente se dejaron tentar por unos elevados intereses para endilgarle la responsabilidad de sus males al banco. Idénticas circunstancias se dieron con no pocas de las hipotecas —hinchadas hasta lo inadmisible por los bancos y sus gestores — que hoy tienen a maltraer a los hipotecados cuando fueron ellos quienes las firmaron voluntariamente en los tiempos del dinero fácil.
Un ejemplo de libro lo tenemos en el gobierno de Andalucía que había mantenido en un estricto secreto el nuevo recorte —van tantos que hemos perdido la cuenta — que funcionarios y empleados públicos sufrirán en sus retribuciones de 2014. Como en Andalucía los gobiernos socialistas se han sucedido desde 1982 no hay margen para sacudirse la responsabilidad y, en consecuencia, desde las instancias gubernamentales se ha protestado por la filtración del dato y luego, admitido el recorte salarial a los trabajadores, ha buscado culpables y endosado el muerto a las políticas restrictivas del gobierno central, sin la menor alusión a que en otras comunidades autónomas no vayan a producirse esos recortes porque su situación financiera es menos complicada que la de la Junta y en algún caso hasta se permiten bajar los impuestos, lo que hoy supone un verdadero lujo.
Como decíamos más arriba, la incapacidad de asumir la responsabilidad que conlleva la toma de decisiones en las que, sin duda, influyen factores exógenos, no es propia de nuestro tiempo, pero resulta evidente que en los más variados campos de la actividad humana, incluido el de la delincuencia, hemos llegado en nuestra época a niveles verdaderamente llamativos. En parte, solo en parte, estamos recogiendo el fruto de una sociedad donde se educa en la existencia de derechos y apenas se hace alusión a los deberes, al esfuerzo y a la responsabilidad. No hay más que ver la que se ha montado cuando para obtener una beca se pide algo de ese esfuerzo y no basta con matricularse de la asignatura —digo simplemente matricularse — para obtener unos recursos destinados al estudio. La culpa no está en quien despilfarra, sino en quien trata de evitar el despilfarro. El culpable, como casi siempre, es otro.
(Publicada en ABC Córdoba el 16 de noviembre de 2013 en esta dirección)