La trampa de la propaganda ha llenado Cataluña de tópicos ominosos contra Andalucía por puro provecho político.

DURANTE el franquismo, una de las muchas anécdotas que circulaban, a cuenta de la exacerbada propaganda del régimen, contaba que un ministro —algunas versiones señalaba que era el propio Franco— reprendía a un individuo que se mostraba escéptico respecto a unas afirmaciones que señalaban las importantes obras de infraestructuras, las cuales se estaban realizando en un lugar lejano del sitio donde se encontraban. El escéptico puso en cuestión las obras, afirmando que había estado por la zona y no había visto el menor rastro de las infraestructuras que tanto se ponderaban. El ministro de marras o Franco, según alguna de las versiones, zanjó la cuestión de forma contundente: «Usted, viaje menos y lea más».

La propaganda del régimen se apoyaba en el contenido de una prensa y una radio que, sometidos a la férrea dictadura impuestas por las autoridades, tenía uno de sus principios en la exaltación de las bondades del franquismo. Ahora estamos asistiendo a una exaltación de las bondades del secesionismo catalán a través de unos medios de comunicación —ahora a la prensa y la radio podemos añadir un amplio abanico de posibilidades de difusión de ideas— sometidos en muchos casos al control de de la Generalitat por medio de subvenciones o simplemente por encontrarse al servicio del poder. Lo que hemos conocido acerca del uso de niños por parte de la televisión pública de Cataluña con motivo de los festejos organizados para conmemorar la Diada señala hasta dónde se puede llegar en el terreno de la propaganda. La repetición del «España nos roba» durante muchos años, como un mantra, ha calado en un sector de la población catalana. Están convencidos de que son muchos los españoles que viven a costa de su trabajo y su esfuerzo. Asumen como una verdad el tópico de los andaluces perezosos y subvencionados que pasan el día dedicados a la cháchara en la taberna, lo que en la mente de ciertos sectores catalanes es una especie de consecuencia lógica de ese «España nos roba».

A los catalanes que se han tragado esa patraña del robo de Cataluña y de la vagancia generalizada en Andalucía habría que hacerles una sugerencia en el sentido contrario a la que el ministro franquista, o el propio Franco según la versión que se escoja, hacía al escéptico de la anécdota. Tendrían que viajar más para conocer de primera mano las realidades sobre las que peroran. Comprobar que el trabajo no es patrimonio de algunos y que en todas partes se realizan esfuerzos para salir adelante. Una realidad que no exime de la existencia de vagos, pícaros y aprovechados. Los hay en Andalucía como los hay en Cataluña y como los hay en cualquier otro sitio. Esos catalanes tendrían que viajar más para conformar una opinión que ha sido moldeada por una propaganda donde se ha insistido machaconamente en las bondades de ciertas ideas que cuadraban a sus planteamientos secesionistas. Muchos de ellos podrían darse una vuelta por el pueblo del que salieron sus padres o sus abuelos, quienes con su esfuerzo y su trabajo, en años muy difíciles, ayudaron a construir la riqueza que ciertos dirigentes catalanes añoran hoy con la Generalitat entrampada hasta niveles asfixiantes.

(Publicada en ABC Córdoba el 26 de octubre de 2013 en esta dirección)

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