Resultan esclarecedores algunos aspectos de la personalidad de la nueva presidenta de la Junta.

ACABA de cerrarse, al menos institucionalmente, el agitado proceso que desató meses atrás el anuncio de Griñán de no volver a ser candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía. Entonces se hicieron cábalas en torno a las razones que lo llevaban a tomar esa decisión que desligó del proceso judicial abierto en torno a los ERES. Era la primera señal de una dimisión, aunque por aquellas fechas se especulaba con la posibilidad de que agotase la legislatura. Esa posibilidad quedó resuelta cuando, de la noche a la mañana, se puso en marcha un proceso de primarias para elegir candidato socialista a la presidencia de la Junta y Griñán señaló con el dedo a Susana Díaz, su consejera de Presidencia. Las primarias fueron un paripé y la susodicha Díaz se convirtió de candidata en presidenta in pectore. Sólo quedaba fijar la fecha en que se produciría el relevo del uno por la otra y el momento elegido fue lo que se ha venido en denominar como comienzo del nuevo curso político.

En el debate de investidura, Susana Díaz anunció que con su Gobierno llegaría un tiempo nuevo, que la transparencia sería un elemento fundamental en su gestión, que combatiría el paro y que sería implacable en su lucha contra la corrupción. Magnífica declaración de intenciones y a la vez curiosa teniendo en cuenta que las mismas siglas se perpetúan en Andalucía desde hace más de treinta años, que la opacidad ha sido frecuente, el paro siempre ha estado diez puntos por encima de la media de España y sobre la corrupción no citó una sola vez uno de los casos más escandalosos —verdadero saqueo de millones de euros de fondos públicos donde la trama de implicaciones es pavorosa— que se ha producido en España. Ese silencio de Díaz no sólo es llamativo, también resulta revelador. Tan revelador como su silencio en torno al incendio del archivo municipal de Los Palacios donde ha ardido toda la documentación que podía contener información comprometida para el ex alcalde de la localidad sevillana y número tres de los socialistas andaluces, acusado por la Fiscalía de varios delitos.

Asimismo hubo silencio en su discurso de toma de posesión para la presencia del secretario general de su partido y también silencio para sus dos antecesores en el cargo, los ex presidentes Chaves y Griñán sentados en primera fila. Estos silencios, además de tener mucho de oprobiosos, resultan esclarecedores de algunos aspectos de la personalidad de la nueva presidenta que van más allá de lo estrictamente político. Para algunos serán simplemente un episodio más de lo que se cuenta en los mentideros políticos sevillanos: Susana Díaz en su trayectoria política, corta pero intensa, ha ido dejando las cunetas sembradas de cadáveres. Su silencio para con Griñán, que la ha llevado en volandas hasta la presidencia de la Junta de Andalucía, es extraordinariamente revelador al respecto.

Los musicólogos afirman que los silencios desempeñan un importante papel en las melodías y por eso se encuentran en las partituras. Todo apunta a que también tienen su importancia en la conducta de la nueva presidenta de la Junta de Andalucía.

(Publicada en ABC Córdoba el 14 de septiembre de 2013 en esta dirección)

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