La cuestión de Gibraltar, que Tardá pretende relacionar con Cataluña, mezcla dos cuestiones que nada tienen que ver.
AL diputado de Esquerra Republicana de Cataluña, Joan Tardá le ha faltado tiempo para establecer una relación, a cuenta del Tratado de Utrecht, entre Gibraltar y Cataluña con motivo de la comparecencia del ministro Margallo en la comisión de Asuntos Exteriores. Según el diputado independentista, pretendía con ello poner de manifiesto las incongruencias de España. Reprochaba al ministro solicitar por un lado la descolonización de Gibraltar —aspecto concreto que Margallo no tocó en su intervención— y por otro el que España esté empeñada en lo que Tardá llama mantener la colonización española sobre Cataluña. Todo apunta a que Tardá se alinea con quienes señalan el puerto de Pals como el punto de salida del viaje descubridor de Cristóbal Colón y que lo de Palos (Huelva) es un cuento inventado por los imperialistas españoles. Los mismos que sostienen que el apellido de Cervantes no era tal, sino Servent, afirmando que era hijo del médico aragonés Miguel Servet, quemado por hereje en Ginebra —este otoño Planeta publicará «El médico hereje» una espléndida novela de José Luis Corral que he tenido el privilegio de disfrutar en primicia— y que era catalán. Lo que realmente ocurrió fue que Cervantes ocultó su nombre para evitar problemas y persecuciones inquisitoriales y que esa misma razón fue por la que escribió su obra en castellano.
Efectivamente, en las mesas de negociación de Utrecht rodó el llamado caso de los catalanes que intentaban conseguir un trato benevolente a la hora de la paz y que se les mantuvieran los fueron y privilegios de gozaban antes del comienzo de la guerra de Sucesión, habida cuenta de que en la ciudad holandesa se había reconocido a Felipe V como rey. Pero el asunto no se plasmó en el tratado de Utrecht, al considerar el monarca que lo de Cataluña era una cuestión interna de su reino. Se mostró inflexible ante tales pretensiones, dolido con la rebelión de los catalanes, pese a que en su visita a Barcelona en 1701 había reconocido y jurado sus «fueros y libertades», al tiempo que las autoridades del Principado le juraban lealtad. Para el Borbón perdieron sus derechos cuando faltando a su juramento se sublevaron contra él, proclamando al archiduque Carlos como su soberano. Esa actitud fue considerada por Felipe V una traición y, en consecuencia, se consideró liberado de su juramento respeto a los fueros del Principado.
La cuestión de Gibraltar, que Tardá pretende relacionar con Cataluña haciendo una interpretación muy particular de la historia, mezcla dos cuestiones que nada tienen que ver y que viene a ser como la mezcla de las churras con las merinas. Pretender establecer una relación de la condición de Gibraltar con la de Cataluña apelando al tratado de Utrecht es como si defendiera las sandeces que apuntan al puerto de Pals o a catalanidad encubierta de Cervantes que sostienen algunos. Esa conexión carece de toda lógica y del más mínimo fundamento. A estas alturas parece quedar claro que para los independentistas de Esquerra Republicana de Cataluña, incluso cuando intervienen en las Cortes, cualquier cosa sirve para sus propósitos, incluidas las más absurdas propuestas y las manipulaciones más fantasiosas.
(Publicada en ABC Córdoba el 11 de Septiembre de 2013 en esta dirección)