El Día de Andalucía surgió como cita reivindicativa que con el paso del tiempo ha perdido su origen por otro de carácter festivo.
EL Día de Andalucía quedó institucionalizado el día 28 de febrero, tras una breve pugna con el 4 de diciembre —en esa fecha del año 1977 tuvieron lugar grandes manifestaciones en las más importantes ciudades andaluzas, reclamando autonomía para Andalucía—, al considerar el PSOE de Alfonso Guerra —por aquellas fechas estaba empecinado en el exterminio del Partido Andalucista— que era más adecuada para tal efemérides la fecha de celebración del referéndum del año 1980. Fue aquel un referéndum, plenamente constitucional, cuestión que parece necesario aclarar en los tiempos que corren. Lo convocó el gobierno de España, entonces presidido por Adolfo Suárez, aunque fuera a regañadientes. Tanto es así que el gobierno convocante, curiosamente, pedía a los andaluces que no acudieran a votar porque aquel «no era su referéndum». Algún día alguien tendrá que escribir una historia de los referéndums en la España contemporánea. Han sido utilizados con los más variados propósitos, incluidos los que no han llegado a celebrarse.
El Día de Andalucía surgió como una fecha reivindicativa. Pero con el paso de los años ese origen reivindicativo ha desaparecido, sustituido por el carácter festivo que hoy tiene la celebración. Desde el gobierno andaluz se han adormecido las reivindicaciones —tiene su mérito—, como ha ocurrido con tantas otras cosas en un sistema que ha convertido la subvención en la adormidera de iniciativas. Si queda alguna reivindicación está dirigida, caso de que el gobierno de España tenga un color diferente al que impera en Andalucía, a culparle de los males que aquejan a Andalucía.
Han trascurrido treinta y cinco años desde que se celebró aquel referéndum, cuyo resultado dio vía libre a las autonomías, no sólo a la andaluza, para desarrollarse por el artículo 151 de la Constitución en lugar de hacerlo por la vía del 143. El artículo 151 estaba reservado en exclusiva, así lo pactaron Abril Martorell y Alfonso Guerra, para las llamadas comunidades históricas. Aquella generalización de la vía autonómica por el artículo 151, irritó sobremanera al catalanismo de Jordi Pujol, que vio como se esfumaba lo que entonces se denominaba el hecho diferencial catalán. Ese tercio de siglo largo, que contamos desde aquel 1980 nos ofrece la imagen de una Andalucía, que más allá de la propaganda del PSOE, presenta ribetes lamentables. Nuestro PIB sigue siendo muy inferior al de la media nacional e incluso ha agrandado dicha diferencia en este tiempo. Lo mismo ocurre con la renta «per cápita» de los andaluces. El fracaso escolar es en Andalucía muy superior a la media nacional y los porcentajes de paro —una lacra endémica— está diez puntos por encima de la media española, situándose en los niveles más altos de Europa. Los escándalos de corrupción, y de mal empleo del dinero público sacuden al gobierno, que en este momento tiene imputados a dos ex presidentes y a una larga lista de altos cargos de la administración autonómica. Hay, pues, poco que celebrar y mucho que reivindicar en materias muy importante, principalmente a quienes gobiernan Andalucía porque son ellos quienes tienen las competencias.
Este día de Andalucía llega en vísperas electorales. Los andaluces están llamados a las urnas, por decisión muy personal de la presidenta, Susana Díaz, el Domingo de Pasión.
Sin más comentarios.
(Publicada en ABC Córdoba el 28 de febrero de 2015 en esta dirección)